18 mar 2015

{ Siempre positivo, nunca negativo }

...o al menos eso intento después de esta semana de vaivenes que no me dejó indiferente.


Me acomodé en este pueblo tan campestre con toda la buena energía que podía dar de mí. Me quería comer el mundo, pero al parecer ha empezado él a morderme antes de que yo siquiera haya ido a por los cubiertos. Todo parecía tan perfecto, idóneo. Lejos de los problemas, con una nueva familia que me quiere muchísimo, y con la oportunidad de mejorar todo en mi día a día. Una rutina perfectamente organizada para dedicarle el tiempo necesario a cada cosa, y que cada una fuese en el momento indicado.

Pero claro, llegó el finde. Y con el finde la fiesta. Y con la fiesta la vuelta a Bonares. Pero eso no me echó atrás. Me esperaban unos días fantásticos, era el cumple de Alfonso, e íbamos a estar en la playa el sábado entero. Todo parecía ir perfectamente hasta el viernes por la tarde cuando me monté en el bus y dos pueblos más adelante me encontré con Ana y María, me levanté a darles dos besos y a coger al hurón. Para mi sorpresa, cuando me bajé en Niebla no llevaba el móvil encima, y es que se me cayó cuando las fui a saludarlas y algún capullo se lo había llevado ya. Sus muertos, que era un huawei de 150€ coño, que no era un iphone ni nada hostia puta. Todas las fotos, los vídeos, mi música, mis contactos, mi vida entera de los últimos 2 años estaba en ese teléfono asqueroso. 
Lo mejor fue cuando llegué a casa por la noche y me encontré con mi acogedora y queridisísisima familia que como era de esperar, me apoyaron y me comprendieron con lo del móvil. Y luego se preguntan por qué no quiero volver a vivir con ellos, pero en fin.                                                           

El caso, después de bloquear la SIM y el teléfono la mañana del sábado, me esperaba un gran día. Y afortunadamente lo fue. Estuve a Paula, Víctor, Alfonso, Elsa (que por cierto me trajo una figurita preciosa de la India), a las dos Anas, con Celia, Zoak y con mucha mas gente que había en el cumple. El día fue redondo, y la barbacoa en la playa salió de puta madre, a pesar de todos los contratiempos. En definitiva una experiencia a repetir. Y ya para rematar, mi otra Celia de Almonte se quedó en mi cama a dormir (yo en el sofá, obvio) y por la noche salimos por Bonares después de un bufé libre de pizzas que Alfonso nos deleitó en su casa. 
Ya el domingo fue mas relajado, estuve hasta las nueve de la noche o así en Villarrasa, donde por cierto mi primo José Martín me hizo maravillas con sus poderes hipnóticos, y volví a aterrizar en el pueblo de las cabras para comenzar mi perfecta rutina de nuevo siempre con una sonrisa, porque eso es lo que realmente importa, ¿o no?